jueves, 4 de enero de 2007

-si sabes bailar mi son


La canción "Si sabes bailar mi son" de Eliades Ochoa, incluído en su CD "Tributo al Cuateto Patria". Este artista es reconocido como uno de los mejores guitarristas y cantantes de la música cubana. ... (more)
CUBA POR DENTRO

El Son cubano

JESÚS RISQUET
8 de noviembre
edigital@trabaja.cip.cu
“El son es lo más sublime para el alma divertir se debiera de morir quien por bueno no lo estime.” Ignacio Piñeiro

En la región oriental de la Isla está el origen del Son cubano esencialmente en Santiago de Cuba y la serranía. Algunos estudiosos también mencionan a la provincia de Guantánamo relacionándolo con las fiestas del Changüí que allí se celebraban desde tiempos remotos.
El Son como género musical surge a finales del siglo XIX como parte de la formación de la nacionalidad cubana.
El Son comenzó a hacerse popular en las fiestas del Carnaval de Santiago de Cuba aproximadamente por el año 1892. Era interpretado por Nené Manfugás, un músico que ejecutaba un instrumento rústico de tres cuerdas doble y una caja de madera llamado Tres. Este instrumento se convirtió rápidamente en el símbolo del Son hasta nuestros días.
Inicialmente la estructura musical del Son se basaba en la repetición constante de un estribillo de cuatro compases o menos cantado a coro, el cual era conocido como el Montuno que iba recibiendo la improvisación armónica de un cantante solista, que por lo general contrastaba con este estribillo.
Por su gran aceptación popular el Son no demoró en asentarse en los centros urbanos y es cuando adquirió el elemento estructural de la música europea, la inclusión de una sección cerrada, que se ubicó al inicio del canto y fue seguida por el estribillo o Montuno. El tema se centralizó en la primera parte del Son, esto enmarcó la improvisación o Montuno a repeticiones del tema con algunas variantes sobre este.
Sus instrumentos originales fueron: el tres y la guitarra, el bongó que aportó la concepción de la interpretación politímbrica de sus múltiples formas de ejecución, las maracas, las claves ("Sin clave no hay Son") y, finalmente, la marímbula y la botija que fueron sustituidas por el contrabajo al instalarse en los predios urbanos. Entre los instrumentos de percusión africanos y los de cuerda españoles se da un sincretismo musical en el Son; así como también en el aspecto vocal entre la décima española y el canto antifonal entre coro y solista de origen africano.
A principios del siglo XX, en el año 1909 ya el Son se propaga por todo el territorio nacional a través de los que emigraban de su lugar de origen hacia otras regiones, incluyendo la capital.
Inicialmente eran cuartetos de Son provenientes de las zonas rurales y dominaban el marco musical de la ciudad: pero en la década del 20, se transformaron en sextetos.
Por ejemplo, El sexteto Habanero fundado en el 1920 tuvo su antecedente en el cuarteto Oriental; y en 1927, con la adición de una trompeta, este se convirtió en septeto aunque seguían llamándole sexteto Habanero. Es así como se originó y definió este formato instrumental sonero, característico de los medios urbanos y de gran influencia en el resto del Caribe desde la década del treinta. Vale destacar, entre ellos, al Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro.
El Son era uno de los bailes de las clases pobres, rechazado duramente por las clases acomodadas, incluso prohibido por el gobierno que lo consideraba inmoral. Al entrar en los salones de baile de La Habana y otras ciudades importantes, al disfrutar de una gran difusión discográfica y gracias al trabajo musical de las agrupaciones pasó del solar a la conciencia del pueblo cubano y de ahí al mundo. A partir de los años 20 el Son llegó a superar al Danzón en el gusto popular.
La década del 30 representa el período de internacionalización del Son gracias, principalmente, a las presentaciones de la orquesta de Don Azpiazu con su cantante Antonio Machín en los Estados Unidos (1930) y Europa (1931). La orquesta de Azpiazu convirtió al Son Pregón de Moisés Simón "El Manicero" en un éxito mundial. Por otra parte el septeto Nacional de Piñeiro se presentó en la Feria Mundial de Chicago en 1933 y logró un triunfo arrollador.
En el 1940 surgen los Conjunto cuando Arsenio Rodríguez amplió el formato del septeto añadiéndole dos trompetas, la tumbadora y el piano. La guitarra se dejó de utilizar en los Conjuntos y el tres quedó como el instrumento emblema. En el conjunto de Arsenio el tres se ejecutaba en un estilo distinto a los otros formatos musicales del Son, el piano elaboraba tumbaos de gran vitalidad y la trompeta desarrollaba improvisaciones bien cubanas partiendo del swing americano. Con esta perspectiva musical el Conjunto de Arsenio y las otras agrupaciones que siguieron su pauta crearon una nueva sonoridad para el Son.
Otros Conjuntos que en la década del 40 se destacaron en la interpretación del Son por su calidad fueron: La Sonora Matancera como conjunto acompañante de grandes figuras del canto caribeño y el Conjunto Casino por su exquisita sonoridad e inigualable sabor interpretativo.
Benny Moré, en la década de los 50, creó una escuela aparte en la interpretación del Son, él en si mismo acompañado por su banda gigante (La Tribu, como les llamaba) era un estilo sin competencia, un fuera de serie en la música popular de todo el Caribe.
El son tiene una gran variedad de formas, entre ellas: el son montuno, el changüí, el son habanero, el son pregón y el sucu sucu entre otros.
A fines de los 60 y principio de los 70 los Van Van irrumpen con el Songo al mezclar el Son con la música electrónica del Beat. Juan Formell incorporó en la Charanga los trap drums, el bajo eléctrico, amplificó los violines a la vez que estos tenían un énfasis rítmico, los cantantes interpretan a tres voces y finalmente introdujo los trombones de las Charangas cubanas.
El Son es, sin duda, el género musical cubano que más ha influenciado en la Salsa; tanto en el formato instrumental, como en la estructura musical de esta hasta llegar a confundirse como un mismo fenómeno.







EL VIAJERO ILUSTRADO

El son cubano








La historia, los movimientos y los secretos de un ritmo musical plenamente identificado con la isla caribeña.






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El Viajero Ilustrado sabe que en Cuba puede vivir tres experiencias memorables y sensuales. Beber ron, fumar un puro que humea y huele como en ningún otro lugar del mundo y, desde ya, bailar, escuchar y disfrutar del son. Sin bien puede privarse del ron y del puro, le resulta imposible sustraerse al ritmo, dejar de imitar esa cadencia, resistir la tentación de repetir esos versos cantarinos y pegadizos del son.

Lo que por supuesto El Viajero Ilustrado evita mencionar es ese genérico for export llamado salsa. Ante este barbarismo, los cubanos, que casi nunca se enojan, suelen responder: "Pero no, chico, la salsa es pa' lo fideos". Es que el son, como bien sabe El Viajero, es un ritmo antiguo, diferente y único, nacido de la confluencia de dos culturas. Por un lado, los descendientes de los negros llegados de más de cien tribus del Africa que aportaron toda su vitalidad y sus creativos instrumentos de percusión y, por otro lado, las cuerdas españolas. También el aspecto vocal del son resume un sincretismo apoyado en la décima española y el canto antifonal entre coro y solista de origen africano. Ambos elementos aportaron la melodía a un ritmo original, parecido a pocos, y que sería el prolífico padre de otros ritmos que gran parte del mundo, aunque por cierto no El Viajero Ilustrado, mete en la bolsa de esa mezcla llamada salsa.

La historia del son, como todas las historias populares que se pierden en las brumas de los tiempos, es rica y atractiva, pero El Viajero prefiere buscar las razones en el sensual paisaje de los cuerpos: en ese ballet espontáneo y burbujeante que dibujan las cubanas al caminar, en ese particular vibrar de sus caderas que parecen repetir la infinita cadencia del mar; ese movimiento continuo que exuda las eternas fragancias del Caribe, de sus aguas y espumas, y que, con sus cabelleras, mecen las palmeras e imitan a un viento manso y tibio. Y también los cubanos, con sus gestos ampulosos y amables. Con sus bocas sonrientes y esos brazos de ébano húmedo. Y con sus renegridos ojos que prometen ilusiones hasta donde no las hay. Y desde ya, de esos niños, oscuros y movedizos. Puro mimbre y canela.

Oriundo de la región oriental de la isla, especialmente de Santiago de Cuba y las serranías, el son se popularizó en las fiestas del carnaval a fines del siglo XVIII. Sus primeros intérpretes se acompañaban por un instrumento muy elemental compuesto por una caja pequeña de madera y tres cuerdas. Ese instrumento, llamado precisamente tres, se convertiría en el símbolo del son.

Como sabe El Viajero, la estructura musical del son se basaba en la repetición constante de un estribillo de cuatro compases que se canta a coro; este estribillo recibe el nombre de "montuno" y funciona en contrapunto de una improvisación de un cantante solista. Es decir, una suerte de diálogo donde el coro canta, por ejemplo, "Vota la muleta y el bastón y podrás bailar el son...!" y el solista replica: "Hace tiempo que vivía / postergado en un sillón / hace tiempo que vivía / postergado en un sillón / y hoy corro la población... / Más rápido que un tranvía..." En ese momento El Viajero sabe que debe sumarse al "Vota la muleta y el bastón y podrás bailar el son...", con la mayor gracia posible.

Cuando ve bailar el son, El Viajero comprende por qué durante mucho tiempo esta danza estuvo prohibida por "lasciva e indecente". Los cuerpos pegados, las piernas entrelazadas, ese movimiento, en el que la mujer contonea la cadera y el hombre hace gala de su destreza física y de su elasticidad suelen inhibirlo. Pero sabe que en la vida vale más el coraje que la estética y puede intentarlo mirando a los que saben. Así comprende que el secreto está en mover los hombros, la cintura y la pelvis en tiempos y ritmos diferentes sin perder la gracia… ni a la compañera.

Entre los próceres del son, El Viajero reconoce al tradicional Septeto Nacional, de Ignacio Piñeiro, que supo darle forma musical a estos ritmos populares y lo difundió por gran parte del mundo en las primeras décadas del siglo XX. De los años 30 es el popular tema "El Manicero", que aún genera los trencitos en cumpleaños y casamientos. Y también reconoce el valioso aporte de Benny Moré, que en la década del 50 inundó las disquerías con esos discos duros y pesados ilustrados graciosamente con mulatas de vestidos pletóricos de volados.

Si bien el son es oriundo de Cuba, entre sus vecinos hay ritmos auténticamente caribeños, casi primos hermanos, como la plena en Puerto Rico, el merengue en Santo Domingo y el más popular baile de Panamá: el tamborito. Es más, en la misma Cuba florecen expresiones soneras de sabor local, como por ejemplo el son habanero en la propia La Habana, el sucu-sucu en Isla de Pinos, el changuí en Guantánamo, el nengón del Cauto en la zona centro—oriental. Y otras expresiones de ritmos y letras juguetonas como la popular guaracha o el songo, que mezcla elementos del son y de la rumba.

El gran cantante y compositor Ignacio Piñeiro solía cantar: "El son es lo más sublime para el alma divertir / se debiera de morir quien por bueno no lo estime." Como El Viajero ama la vida y respeta y comprende las identidades, cuando habla de son, sabe a qué se refiere. Y cuando habla de salsa, piensa en espaguetis.

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